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sábado, 14 de junio de 2008

La ultima fotografía


A mi diario:
(El único escrito, rodeado de fotografías)

22 de mayo marcaba el calendario del año 2006 cuando fue la última vez que la vi, su sonrisa, antes de la muerte que le rondaba desde hace ya varios años, fue igual de feliz que la de aquella foto de su juventud. En aquella foto yo aun era un niño pequeño que estaba rodeado de rostros conocidos, que uno a uno y a través del tiempo se iban borrando de mi memoria, esta mala memoria que hizo crecer mi afición para tomar fotografías de todo; trataba de mantener el recuerdo intacto de algo que para mi era algo más que lo real, era todo lo que tenía; mis lapsos a veces tan prolongados de amnesia no me permitían recordar lo que minutos antes aconteció y solo a través de las fotografías de mi cámara podía recuperar los recuerdos perdidos. Cuando mi mente lúcida me lo permitía podía regresar a aquellos momentos felices con tan solo mirar las fotografías, como si el tiempo regresara, como si las fotografías fueran una constante de la realidad, una extensión de un mundo paralelo donde esa fotografía aun no había sido tomada. Cuando me miraba en el espejo y veía a un viejo de pelo entrecano no podía reconocerme, no era yo como antes fui como los registros plasmados en papel fotográfico, el de las sonrisas entre las copas al aire, el que estaba rodeado de amigos que ahora solo están y a veces no en los espejos.
Su nombre era Helena, y su última fotografía fue momentos antes de su muerte una sonrisa se plasmo momentos antes que se deformara en un suspiro. Era tan difícil reconocerla para mi, era tan desgarrador recordarla joven y a veces no notar la diferencia del tiempo perdido; la muerte para mi era igual que la muerte de todos los recuerdos. Mi memoria casi no permitía tener un pensamiento del futuro, un futuro en el que ella no existía, ni recuerdo del pasado si no era a través de todas las piezas del rompecabezas formadas de miles y miles de fotografías, que resumían mi vida y mis pensamientos, mis álbumes fotográficos. Eso era todo lo que se me permitía tener en mi habitación además de un diario y un lápiz no astillable, mis paredes estaban llenas de fotografías, desde la de mi familia y la de mi padre que por más que las miraba no traían recuerdo alguno, pues había fotos que yo no había tomado. Siempre me llegaban cartas con fotografías de gente que no conocía y que decían ser mis hermanos, preguntándome como estaba pero yo tenía porque contestar a unos extraños.
Yo tengo 46 años y de ninguno me acuerdo, pero tengo miles de fotografías que reconstruyen mi pasado un pasado, que supongo, fue feliz pues en todas sonreía. Pero ahora no me reconozco, mi cámara fotográfica se ha arruinado y cuando helena murió el dinero que mandaba nunca más llegó. Ya no conozco a nadie más y a veces pienso que no quiero.
Helena tiene una foto que cuando era joven no se parecía en nada a ella, solo por la sonrisa. Helena venía todos los días a verme y traía siempre revelados los rollos, la mayoría fotos de ella tomados el día anterior. Ella siempre estaba en mis fotos de pequeño, aunque no estoy seguro de que ella sea “ella” y yo “yo”. La mayoría de las veces solo tengo recuerdos de aquellas fotos que yo tomo, pareciera que el clic de la cámara imprimiera en mi cerebro su recuerdo.


Helena no llegó hoy, y es que para mí todos los días se hacen el mismo, ya no tengo cámara, se que tenía una, por una foto que me tome con ella en el espejo. Y es que el último rollo apenas hoy me ha llegado con mis recuerdos, donde lo único que se ha mantenido por siempre es la sonrisa idéntica de Helena. Me dijeron que ella murió pero para mi queda vivo su recuerdo y es que todavía la espero, y hoy no vino a mi cumpleaños. Hoy me regalaron un diario, pero yo no escribo diarios yo escribo “ayeres”, mi vida se vive al revés, yo no muero “yo recuerdo”. Por eso mi diario solo tiene fotografías, de Helena y de mí, por que todo lo demás es ajeno a mi vida, es que yo solo mire su última foto cuando sonreía y es que yo no lloré, quería llorar….

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