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viernes, 18 de julio de 2008

Amélia

Dedicado para una mujer muy especial en mi vida.


Me envolví luego de tomar una taza de café en mis recuerdos, cobije mi alma entre tus brazos y me acosté a dormir. La cafeína había producido en mí la sensación de estar viviendo de nuevo aquellos pasajes ya olvidados: el de tus manos entre mis cabellos, el de tu aliento fresco acercarse a mis labios. Un libro entreabierto en el buró, había incitado mis pensamientos confundiendo mis recuerdos entre sus ideas que adopte he hice mías. Mis sueños eran de época: tú con un vestido inmenso y yo con un bigote entrecortado a la antigua; paseabas en la calle con tu sombrilla y a pesar de la lluvia irradiabas belleza, yo caminando a tu lado como un desconocido tartamudeaba unas palabras que de nuevo se engullían en mi estomago como un trago amargo, la imposibilidad de comunicarme me desesperaba mientras desataba imperiosamente el lazo de mi cuello. Tú no hiciste ni el menor gesto mientras yo me ahogaba, y seguiste tu camino…el aire me faltaba y de repente desperté sobresaltado. Así fue nuestra despedida.
Era domingo por la mañana después del breve desayuno, café y galletas, proseguí mi lectura, quería llegar al final y descubrir que paso conmigo:

Él, la había buscado por todos lados hasta el final de su vida, incluso entre mujeres desconocidas, pero ninguna era igual a ella. Tuvo que vivir inventando su historia, una historia de amor y desamor, de una ilusión jamás olvidada.

Aquella novela me había llegado hasta el alma y brinde al final con una lágrima, y tu ausencia se hacía cada vez más presente, tu nombre rondaba por mi cabeza, cualquier nombre, lo veía escrito en la humedad de mi ventana, en el cantar de los pájaros, lo escuchaba en el resonar de las campanas…me quede otra vez dormido y continué soñando. Algo me impidió decirte al menos adiós, cuando recuperé el aire de nuevo ya te habías marchado, maldije aquel nudo del lazo en mi garganta aventándolo hacia el piso húmedo; esa tarde vague mojado a través de las calesas con rumbo desconocido y con la mirada atenta en tu búsqueda… jamás te volví a ver. Aquel sueño había despertado en mí el sentimiento que deje escapar, el de intentar retenerte y no dejarte ir, pero el tiempo había pasado, era demasiado tarde.
Revise entre mis cajones buscando tus cartas, la última venía del lugar donde nos despedimos, aquel pueblito pequeño al sur de Francia cerca de Aviñon, recuerdo que nos detuvimos a tomar una taza de café antes de la despedida en La Crêpiere du Figuier, y ahí me platicaste de tus planes a futuro en el que decidiste no entraba yo, me acuerdo que te levantaste dejando pagada la cuenta y un café más, nunca olvidaste cuanto me gustaba tomarme uno extra cuando me sentía mal. Esa carta la recibí no hace mucho, pero nunca la abrí, me había dolido tanto tu partida y ver mi cuarto vacío, que decidí volver a México. Jamás pensé que te quedaras allá, yo nunca quise volver. Encerré de nuevo la carta en el cajón de mi habitación, recurrí a otra taza de café, uno americano con acento francés. Traté de ignorar mis pensamientos, trate de pensar que no pensaba, agarré otro libro del estante… uno mío, "acuérdate de mi cuando me vaya", sin querer me sumergí en un pensamiento profundo, ese libro lo escribí pensando en ti, fue el primer escudo que adquirí ante tu partida, pensé que únicamente escribiendo lo que sentía lograría olvidarte. Lo conseguí. Las primeras semanas que salió a la venta fue un éxito, no dejaba de recibir invitaciones de mujeres hermosas, inclusive esposas de empresarios muy conocidos, para compartir más que una sola cena. Me pedían que les contara la historia cuando estábamos en la cama y les hacia el amor pensando en ti.
Nunca me recupere, no pude olvidarte… y ahora de repente una carta, una maldita carta de contenido desconocido insistía en ser leída ¿Por qué cuando creí tener controlada mi vida?
Tu partida me había inspirado más de una vez a escribir y lograr varios éxitos, pero en el fondo del éxito solo encontraba la incomprensión de mi desgracia. Tu nombre vagaba desconocido entre las páginas de mis libros, disfrazado de Nicole, Susana, Margarèthe entre otros más, tratando de ocultar que todas eran solo una, el nombre de aquella mujer a la que solamente he amado: Amélia. En el fondo quería que mis historias fueran verdad, no simples mentiras mías, quería escribir de ti y de mí como si fuésemos solo uno. Quisiera decir tu nombre en cada una de las mujeres que he tenido.
Retomé el pendiente de mis escritos, otro más que versaba sobre ti:

Y él, la amaba aun cuando se resistía hacerlo, la carta pronunciaba palabras sin ser aun leída, mil palabras todas distintas que hablaban de amor, odio, recuerdos, reconciliación...

El reloj marcaba las diez de la noche, hace tres horas que estaba escribiendo pero no podía continuar, tenía que abrir la carta, tenía que saber en que acababa todo esto. Repase nuestra historia desde el momento antes de nuestra partida, cuando tus ojos bellos me miraron llenos de amor ¿Por qué entonces me habías dejado?
Supe después que estabas con alguien, que habías continuado tus estudios de arte y después no quise saber más, no tenían por que atormentarme tus recuerdos y me dedique a escribir. Regrese a la facultad de letras. Trate de enamorarme y no pude, seguí escribiendo, y pronto los éxitos llegaron, uno tras otro, aun no traspasaba el plano nacional, pero seguro te habrás enterado ya por alguna amistad nuestra, y habrás pensado que esos nombres de mujeres son de cada una que he amado. Así quise que pareciera. Después ya no supe de ti ¿Por qué entonces me mentías al besarme? ¿Por qué? ¿Tantos te amo no valieron nada para ti? ¿Por qué?
La carta estaba fechada exactamente cinco años después de que terminamos y ya hace casi un año que la guardo, no se por que, todavía pienso sino debí quemarla con todos mis recuerdos. Tomé valor. Prepare el ritual, un café extremadamente cargado, mis anteojos y mi corazón, aquel latía como la primera vez que te vi caminar por Aix-en-Provence. Saque el abrecartas de aluminio la abrí cuidadosamente intentando consérvala intacta, las manos me temblaban era el reencuentro directo con mi pasado.
Leí:

11 de noviembre del año del 2001, Aviñon, Francia.

Florián, quizás ya te abras olvidado de mi, con las tardes frías de México habrás encontrado un amor con cual sobrevivir. Se que no es la manera de redactar una carta después de tanto tiempo sin escribir, ya que no son buenos tiempos. Debí de hacerlo desde hace bastante tiempo.
He leído tu última novela y se ve que estas muy enamorado. Yo estuve dando clases en la universidad de Artois, unos años después de que te fuiste. La vida aquí sigue igual, sigo conservando la casa cerca de Aviñon como atesorando los recuerdos, ahora es mía como un día lo fue nuestra.
Hace mucho Florián, quise hablarte pero desapareciste….

Como me acuerdo, tiempo después de regresar a México, regrese al campo donde nací, ya no pertenecía a mis abuelos, pero la gente de allí los recordaba. Me sirvió el ambiente, el aire fresco para olvidarte. Proseguí leyendo:

…No dejaste ningún numero, incluso tus amigos solo supieron de ti después que presentaste tu primer libro "Acuérdate de mi cuando me vaya". Traté de localizarte a través de la editorial. Pero dijeron que el contacto no eras exactamente tú sino tu representante, y él había dejado ordenes de que no se te molestara, por que estabas preparando tu siguiente obra. Por eso me fui… por eso me abstuve después de buscarte…por que te ame…por que te amo… por que sabía que sin mi, serías aquel escritor que siempre soñaste…sentí que yo te detenía…conmigo nunca te habrías arriesgado a aventurarte…

Recordé su mirada amorosa. Continué leyendo:

Ahora regreso a México, siempre lo he extrañado al igual que al hombre que siempre ame, tu sabes donde encontrarme. Perdóname por ser demasiado tarde.

¿Perdonarte? Perdóname tú a mí, pensé entre para mis adentros completamente angustiado, tanto tiempo de huirle a mi vida, si supieras que es a ti a quien yo amo, y a ningún personaje ficticio llamada Marlene. Perdóname tú a mí. Se acercaba el final:

Los recuerdos me llaman de nuevo, la vida se me va Florián como un día tú, perdóname por no haber contestado tus cartas, perdóname también por ser esta la última que te escribo.


¿La última carta? Se me hizo un nudo en la garganta, me afloje el último botón de la camisa.
No había comprendido sus palabras, hasta ese instante que la sentí mía de nuevo. Un año casi ya de la carta –Tú sabes donde encontrarme…- Yo no podía pensar, yo no quería pensar. El café cargado no produjo ningún efecto, trataba de descifrar ese mensaje –Los recuerdos me llaman de nuevo…-
Recordé entonces que alguna vez tu me dijiste que a México regresabas cuando tu cuerpo lo extrañase, cuando la sangre llame ¡Oh Dios que tonto he sido, regresabas a morir a la tierra que te vio nacer! Una tristeza enorme se apodero de mi, ¿Por qué me detuve en tu búsqueda? ¿Por qué sacrificaste tu vida si yo te amo?

Me desprecie por mi temor al pasado, por no abrir la carta. Llame a casa de tus padres, ellos habían muerto; me dio tanta tristeza pensar que estabas sola, que morías y yo sin poder decir: te amo. Ese día se hacía eterno, llame hasta donde pude, otra vez te me perdías, no podía aceptarlo de nuevo, esta vez te alcanzaría. Decidí salir apresuradamente rumbo a Francia, en el primer vuelo, sin maletas, a donde alguna vez nos amamos. Sabía que no te encontraría ahí, pero regresar a ese lugar me daba esperanza, me podrían decir algo de ti.
En el avión, de pronto se sintió una turbulencia ¿Acaso solo soy yo y mis temores? No sabía lo que me esperaba, los recuerdos me llaman de nuevo, pensé. Amélia nunca me perdonare haberte abandonado, fui yo en realidad, yo también quería irme, quería hacerme de un nombre, figurar en las revistas ¡maldito sea!, y sin saber tu fuiste mi triunfo, mi inspiración…sí siempre te ame ¿Por qué no hice más por buscarte? ¿Por qué me detuve? ¿Por que leíste mis libros? ¿Por qué nunca puse tu nombre en ellos?

Dormí hasta que el avión aterrizo. Recorrí el mismo camino a la inversa de aquella ocasión en que huí, sí, huí a mi destino. Regrese al café La Crêpiere du Figuier, ahí como de la nada una mesera que atendía, me enseño un libro mío con mi foto al reverso y me pregunto ¿Florián? Sorprendido afirme sin contestar. Me contó que siempre ibas a la misma hora al café, pedías lo mismo de siempre, leyendo el mismo libro. Aquel libro que ahora tenía entre mis manos. Así conociste a Bérénisse. Le constaste tu historia y ella la acepto por completo. Me contó que me buscaste por mucho tiempo y que luego te detuviste al ver mi éxito. Bérénisse, acaba su turno hasta el final de la tarde. Me quede a esperarla. Fuimos de camino a la casa que alguna vez compartimos, y en la que ahora ella vivía. Al llegar un niño pequeño de ojos claros y cabellos rubios salió a recibirnos, rondaba alrededor de unos 5 años, llegó, abrazo a quien pensé era su madre y le pregunto quien era yo. Bérénisse lo besó cariñosamente y le dijo:
-Florián, te presento a tu padre-
El nudo en mi garganta no me impidió acercarme y abrazarlo. Lloré por ti Amélia, por el pequeño Florián y por mí. Sabía ahora con toda seguridad que habías muerto, por que ahora la verdad estaba revelada: mi hijo, mi pequeño hijo, y de repente eras mía, de nuevo mía, mi amor, Amélia…

Regrese a México con el pequeño Florián, puse en regla todos mis asuntos con la casa editorial, terminé mi novela, fue publicada en español y francés, tu nombre aparecía en el, su titulo era Amélia.

Fuimos al cementerio de Janitzio en Michoacán el día de muertos a llevarte flores y a despedirnos, el pequeño Florián depósito unos enormes claveles en el florero, hicimos un rezo, besamos tu tumba y nos despedimos. Regresábamos a Francia ese mismo día, al hogar de donde nunca debí partir, a lado de tus recuerdos…de tu aroma perdurable…de tus fotos. El final de la novela fue así:

Los recuerdos me llaman de nuevo, la vida se me va Amélia como un día tú. Sabía que mi final estaba cerca, Florián ya era mayor, me despedí, ahora voy junto a ti. Mi amor, mi eterno amor, Amélia mi dulce Amélia…cobija mi alma en tus brazos…amor eterno.


Fin