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domingo, 27 de julio de 2008

Caminante

II

No se donde vengo, mi origen es importante, solo así sabré donde voy. Las calles me confundieron, me perdieron en vez de guiarme. Un día, estoy seguro, encontraré de nuevo el rumbo.
El sol del mediodía descarga furiosamente sus rayos calientes sobre mí, me escondo entre los matorrales de una casa, aquellos que crecieron según el designio de su plantador, alrededor de la casa, como si fuesen una cerca. Los árboles ya no crecen al azar, por aquí o por allá, y aun cuando se acomoden a su lugar de destino son desgajados o recortados, por aquí si, por aquí no pueden pasar. Espero que llegué el anochecer caminar bajo la luminosidad de los faros callejeros reconforta mi alma, ver alrededor mió mis tres sombras me da seguridad puedo ir a adonde sea y mi seguirán, cada una a su manera.
Lo único seguro es que un día salí de casa y no pude volver, con que objetivo, quizá sólo quería caminar. Las paredes siempre me han dado sensación de impotencia, cuatro paredes alrededor, una puerta, dos ventanas, cruzar un corredor y llegar a otra habitación similar.
La realidad es que necesitaba el aire y lo busqué en el mar y sólo caminando mi mente sería libre. Mi mundo anterior, mi vida, era únicamente yo, mi ser, ahora soy todos. Miró a las personas y puedo preveer sus movimientos, unos, oficinistas, caminado apresuradamente; otros, estudiantes, llegando tarde; rostros desencajados por la cotidianidad, se les ve las ansias de ser libres. A veces pienso que vagar sin sentido es mi cárcel, el mundo es mi prisión.

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